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  • Úrsula Álvarez Gutiérrez

De espantos y maravillas

Nunca he amado más a la vida. Quizás el hecho de cumplir el sueño de mi abuelo volviendo a su* tierra en su nombre ha sumado su vida a la mía y como vivo por dos, me hacen falta horas. Siempre he sido muy dormilona y a pesar de ello no he hecho ni una sola siesta en Cantabria, quiero estar despierta siempre y quizás a ese caminar semidormida debo la cantidad de veces que me pierdo yendo a la playa sin conseguir recordar el número del autobús que debo tomar, me conformo con llegar. Metida en el Cantábrico comulgo con la vida y siento la presencia de Dios. Soy inmensamente feliz y estoy triste, prueba irrefutable de mi peruanidad: los peruanos estamos tristes aunque seamos felices.
Gaviota vista desde mi cama

Mi país convulsiona por coronavirus con mi familia adentro. Desde mi buhardilla en Santander; desde mi cama, que parece una casa en un árbol feliz; desde los archivos que reviso, donde los nombres de los nuestros me sonríen; desde las calles antiguas de Santander; desde los verdísimos prados de la tierruca y desde nuestrísimo mar, pienso todo el tiempo en las mías. No puede ser que una nieta de Sixto vuelva al origen para que las demás queden sitiadas por una pandemia de horror que las encarcela intermitentemente y podría hacerlo conmigo también, que este espanto no es privativo de ningún orden de país, ya lo escribí antes. ¿Será este el baño de equidad que el mundo viene reclamando desde el inicio de los tiempos? Primermundistas y tercermundistas comparten manos rajadas, pavor a las multitudes y miedo al descalabro financiero, presente o futuro.


Camila

El mundo no deja de maravillarme ni de espantarme. La casa de mi prima Concha en Cantabria comparte atmósfera y vibraciones con la casota de mi tía Camila en Lima, de forma tan absoluta que cada vez que estoy allí creo que en cualquier momento aparecerá, como por arte de la magia que la caracteriza, nuestra hermosura de faldas largas, cuarzos sanadores e ideas estrambóticas, reina eterna de Arequipa, Camila, la que hasta el nombre tiene lindo. El parecido lo nota hasta mi perra. Pimienta, siempre tan desconfiada, corre a sus anchas en aquella casa que huele a hogar. ¿A qué puede deberse esa similitud tan reconfortante, si no al amor y al auténtico significado de la palabra familia? ¿Es esto lo que mi abuelo quería para nosotras al intentar volver a su tierra cuando aquel infarto creyó derrotarlo? El asombro del amor nos esperaba cruzando el Atlántico, ya encontré lo que se te perdió aquí, abuelo Guapo. Del espanto intento no escribir, pero existe.

Espanta el mundo cuando los muertos incontables son pisoteados vía insultos de ida y vuelta entre los vivos. Insulta el rojo al azul y el azul al rojo en una competencia que empata en miseria moral. El desaliento alimenta polarizaciones hacia el rojo y hacia el azul en todo el mundo, de pronto el color morado ha desaparecido o quizás nunca existió y he ahí el detalle . Muera el capitalismo feroz, muera el comunismo maldito, se lee, se oye, se siente, este despelote parece ser el momento perfecto para gritar ¡mueras! y alentar odios. Si esta pandemia fuera una lección, hace rato la desaprobamos.


Me espantan los cobardes que pudiendo vivir no lo hacen, es como un desperdicio de vida, esos que parecen añorar otro encierro obligatorio y pasan el día sobándose y resobándose las manos con alcohol sin necesitarlo, el alcohol que los vivientes no encontramos en supermercados ni en farmacias. Esos cobardes que creen que la única salud que hay que cuidar es la física y no la mental, quizás porque sus mentes son huecas. Soy muy intolerante a la estupidez ajena, a la propia no me ha quedado más remedio que acostumbrarme. Espanta lo expuesta que queda la bajeza humana. Espanta quien se solaza propagando malas noticias, recientes o añejas, justo ahora, el tiempo perfecto. Es como si una, en el medio de una migraña feroz, decidiera romperse los dedos de las manos golpeando las paredes; es como si una, muriendo por un cólico de endometriosis, el peor dolor de la vida, decidiera aumentarlo extrayéndose las uñas.


Lo único que podemos decidir es cuánto tiempo dedicar al espanto. Yo opto por maravillarme por una vida que nunca ha sido tan vida. Me maravillo cada vez que entro al mar de los míos, por ejemplo. El viernes pasado, por orden de los siempre presentes Capitanes Gutiérrez Cueto, el Cantábrico fue una taza de agua tibia donde la nieta de Sixto se remojó sin que le dolieran los oídos. Ese día vi a unas mujeres haciendo topless sin que ningún hombre las acosara, yo no haría topless pero su libertad me hizo feliz. Ayer Pimienta y yo paseamos por unos prados cántabros que no conocíamos. Bienvenida, Sixtina, susurraron los praos y sobre su yerba nos derretimos de calor y perdimos todo el glamour que teníamos al salir de nuestra buhardilla hasta con labios pintados que nadie vio. Al regreso, compré media sandía y Pimienta y yo nos la comimos juntas y toditita, me maravilló que tuviera exactamente el mismo sabor que la sandía peruana, no siempre pasa. He inventado una receta de milkshake de fresas que me hace levitar de dulzura y mantiene mi cuerpo redondito, si la vida vuelve a ser como era, seguramente bajaré de peso, por eso disfruto de mis curvas mientras duren.


El Guapo

Me asombra estar viva cuando tanta gente buena ha muerto. Una Gutiérrez ha vuelto a casa porque Sixto tenía razón. Me faltan las horas para usar tanta vida. Me maravilla el amor de mi familia cántabra, que en un inicio no fue más que una herencia que recibí pero ahora también es para mí y se manifiesta de distintas formas. Me maravilla sentirme dueña de casa caminando calles que deberían ser ajenas. Me maravilla mi último hallazgo, hecho ayer y gracias a mi Gigante: creo haber encontrado, ahora sí, la casa donde vivieron nuestros locos en el siglo diecinueve. Mañana cuando baje el sol, Pimienta y yo iremos para allá, con lupa, impermeable beige y gorro de doble altura.


Opto por enfocarme en la vida en este tiempo de muerte, dure lo que dure. Opto por agradecer e intento retribuir. Opto por ser feliz aunque esté muy triste. Vive, Arequipa, León del Sur. Vivan, locas de mi casta, sigan maravillándome, soy porque ustedes lo son.


Úrsula Álvarez Gutiérrez

Santander, 19 de julio 2020

*su tierra: Mi abuelo Sixto nació en Perú pero vivió su niñez y su primera juventud en España. Él consideró a Cantabria su tierra y murió antes de poder volver trayendo a su esposa y sus hijos.

*Guapo: Mi interpretación de los hechos de la vida de mi abuelo Sixto. Leer Hola Guapo, en SIXTINA, www.amoramares.works

*Gigante: José Ramón Saiz Viadero, mi Gigante. Mi bisabuelo tuvo un dragón, yo tengo a un gigante. Leer Un cuento para Ramón, el Gigante de Alegrilla en www.amoramares.works , https://www.amoramares.works/post/el-gigante-de-alegrilla-un-cuento-para-ram%C3%B3n

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