top of page
  • Úrsula Álvarez Gutiérrez

La Estela de Oro, José Ramón Saiz Viadero y un corazón

El Diario Montañés, enero 2024
Testimonio de gratitud a José Ramón Saiz Viadero
Las estelas cántabras son unos discos gigantes más viejos que Cristo, tallados cada uno en una sola piedra. La estela más famosa aparece en el escudo de Cantabria, y es que esos círculos grandotes y misteriosos son el símbolo por excelencia de la identidad cántabra. La tierruca tiene otros emblemas: el verdor de sus prados y sus montes, tan impresionante, que me hizo llorar; su mar, lindo y azul en los veranos y casi negro y furibundo en los inviernos; los sobaos, unas tortas chiquitas y riquísimas… y un señor que se llama José Ramón Saiz Viadero. Los símbolos de Cantabria más misteriosos, para mí, que pasé años estudiando la historia de la tierruca y soy cántabra por vía materna, son las estelas y José Ramón.

Estela de Barros.
La Sociedad Cántabra de Escritores concederá la Estela de Oro a José Ramón Saiz Viadero “en reconocimiento a la intensa y fecunda labor de toda una vida dedicada a la cultura”. Yo hubiera jurado que el hombre insignia del saber santanderino ya había recibido todas las estelas del mundo, pero no, y el hecho es que el próximo febrero los dos misterios más preciosos de Cantabria se abrazarán y abrazados quedarán, aunque él nació con la estela grabada en el alma. En la misma ceremonia se homenajeará, entre otros escritores cántabros, a Consuelo Berges, y ello no es coincidencia, hasta Jung sabía que ellas no existen. Este sincronismo ha de ser la forma que la familia Gutiérrez Cueto encontró, desde el más allá, para acompañar a José Ramón, agradecer su vida y señalarlo nuestro, con el permiso de sus propios espíritus. Consuelo Berges fue la primera en pensar que la historia de los Gutiérrez Cueto merecía ser contada, y es claro que entonces ella no sabía que su propia vida sería una de las razones más válidas para hacerlo. Más o menos medio siglo después, la idea de tía Consuelo se concretó, porque el amor es magia que trasciende la muerte, y porque José Ramón existe.
Cuando El Gigante de Alegrilla supo que yo comenzaba a investigar la historia de nuestra familia, hizo más que ayudarme, estiró un brazo y bajo él me cobijó. José Ramón no me dio pistas sino fuentes; no me mostró el camino, tomó mi mano y recorrió el primer tramo conmigo; no me lanzó al Cantábrico, se zambulló conmigo. “La historia andante de Cantabria”, apodan los que saben al único intelectual de la tierruca que sabía exactamente la relación entre todos los Gutiérrez Cueto, o por lo menos, el único dispuesto a compartir la información, porque es un gigante. Me dio y contó todo (que es muchísimo) lo que tiene y/o sabe sobre nosotros, y cuando le hice alguna pregunta sin respuesta, dijo “no sé”, he ahí una prueba de su grandeza. Durante los años que pasé estudia que te estudia, averigua que te averigua y lee que te lee, José Ramón celebró cada hallazgo como propio. Intentar comprender la vida de tía Matilde me costó muchísimo, en parte, por el ruido de los vociferantes que la idolatran o aborrecen, “el problema de las ideologías es que anulan el criterio propio”, afirmó Domingo Gutiérrez Cueto y el diagnóstico es exacto para describir el caso de nuestra Matilde. Su novia me da muchísimo trabajo, Ramón, le comenté, ese es el problema de las novias, respondió muerto de risa. El romance entre José Ramón y Matilde de la Torre comenzó hace mil años, cuando desde una ruma de periódicos antiguos en un archivo de Cantabria, ella le susurró, cuéntale al mundo que viví, él obedeció y terminó enamorado perdido, con la anuencia de la dama a su Vera. La historia de este enamoramiento espiritual me la contó él mismo, cuando le pregunté, ¿por qué es usted tan bueno conmigo?
José Ramón me ayudó a resucitar a nuestros espíritus para oírlos cantar. Lo hizo sabiendo que a tía Consuelo se le había ocurrido antes que a mí; lo hizo pese al trabajo que le di; lo hizo sonriéndome con esa mirada dulcísima y tan querida, uno de los paisajes más bonitos de la tierruca; lo hizo porque sabía que la historia debía contarse y lo hizo también quizá, porque se sabe y si siente nuestro, nuestro tío abuelo, platónico, pero nuestro. Vera y José Ramón acogieron a esta tribu de gentes rarísimas en su casa, en el pueblo precioso que debería llamarse Alegrilla (por pura lógica semántica), y visitaron las nuestras, pese a saber que en ellas no habría ni un cuerdo.  

La RAE dice que uno admira a alguien porque lo considera extraordinario y su sola existencia nos permite deleitarnos, es decir, ser más felices y entusiasmarnos con la vida, quizá porque en ella, pese a todo, el bien existe. En otras palabras, un ser humano admirable nos devuelve el derecho a la alegría, José Ramón Saiz Viadero lo es, por eso creo que él y las estelas son los misterios más preciosos de Cantabria.  
Viva, José Ramón, Gigante de Alegrilla. Siga suavizando éste mundo durísimo y continúe devolviéndonos el derecho a la alegría. A la Estela de Oro, suyísima, súmele el volcán Misti y las olas cantábricas del mar de Mollendo, regalos de la rama arequipeña de nuestra familia. Abra un poquito más los brazos que me cobijaron y reciba en ellos el corazón de todos los Gutiérrez Cueto, los de cuerpo presente y ausente, los del más acá y los del más allá, y compártalo con su Vera.

Úrsula Álvarez Gutiérrez, Arequipa, 21 de enero del 2023


Mi visión de la vida de José Ramón se lee en El Gigante de Alegrilla (Un cuento para Ramón): https://www.amoramares.works/post/el-gigante-de-alegrilla-un-cuento-para-ram%C3%B3n


Mi visión de la historia de los Gutiérrez Cueto se lee en En el nombre de Sixto, https://loscantabros.es/?product=en-el-nombre-de-sixto  A la venta también a beneficio del Centro de Estudios Montañeses, en su local de Santander. 


98 visualizaciones2 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page