top of page
  • Úrsula Álvarez Gutiérrez

Consuelo Berges, vista por los suyos

Sigamos hablando de las Gutiérrez Cueto de la historia, ésta vez, de la nieta de Julia: Consuelo Berges. Algunos intelectuales han estudiado su vida, su nombre está incluido en el documental Las Sin Sombrero II, de RTVE; una asociación de mujeres en Cantabria se llama como ella, una calle santanderina también y la línea de autobuses que termina allí hace desfilar su nombre iluminado. Consuelo Berges, Consuelo Berges, Consuelo Berges, pregona la Línea 2 del TUS a cada rato y todo el día en Santander. Una mañana fui a conocer su calle. Está llena de edificios y desde lo alto se ve el mar, el que Consuelo atravesó en el sentido contrario al que yo tomé, ella para llegar al lugar desde el que vine, y yo para materializar la idea que se le ocurrió a ella antes que a mí: contar al mundo la historia de nuestra familia. Gracias a la memoria genética, a los recuerdos heredados que he recolectado durante años y al trabajo de los estudiosos de verdad, reconozco sin asombro las mentiras que cuentan sobre Consuelo los que no estudian, las autoridades en internet, atribuyéndole venturas y desventuras que no vivió, quizá porque decir que uno admira a alguien no es lo mismo que admirarlo de verdad, y pregonar que se le respeta no es lo mismo que respetarlo de verdad. La vida de Consuelo no necesita de hechos imaginarios para ser una historia que vale la pena contar.

Julia Gutiérrez Cueto se enteró de que uno de sus hijos había engendrado a una niña cuando ésta tenía cerca de dos años. A partir de ese momento se hizo cargo de ella y así Consuelo Berges creció en el Palacio Quirós, en Ucieda. La niña se educó en casa por la única razón de que así se habían educado todas las mujeres de la familia con resultados estupendos. Los hermanos y primos del progenitor de Consuelo, que no tenían edad para ser sus tíos aunque lo eran, ejercieron de primos. Consuelo aprendió a leer sin que nadie se lo enseñara, y su abuela le enseñó el francés que ella había aprendido sin que nadie se lo enseñara. La biblioteca del Palacio y las bibliotecas de toda su familia paterna fueron la escuela de la niña y su hogar. Consuelo no hizo la primera comunión por la única razón de que su abuela Julia era agnóstica, no iba a misa y le gustaban poco, o nada, los sacerdotes. El primer ¡qué viva la República! lo oyó Consuelo de labios de Julia, cuando un trabajador informó a su abuela que una vaca llamada Reina y su hija acababan de morir. Poco antes de que Consuelo cumpliera catorce años, su abuela murió, pero la mujer ya había terminado de coser las alas de su nieta. Años después, cuando la Escuela Normal de Maestras de Santander se abrió, Consuelo se matriculó porque quería un título, ganar su propio dinero y ser independiente.

El título de maestra de Consuelo sirvió a su prima, que en realidad era su tía, Matilde de la Torre, para abrir el colegio privado que estableció en su casona de Cabezón de la Sal y tía y sobrina trabajaron juntas. Consuelo heredó las aficiones de su casta y un día se atrevió a enviar una colaboración no solicitada, firmada con seudónimo, a un periódico dirigido por su tío Víctor de la Serna Espina, en Santander. El artículo era bueno y el Director lo publicó sin saber quién lo había escrito. Estos primeros artículos son preciosos, la pluma de Consuelo se parece mucho a la de su tío abuelo Domingo Gutiérrez Cueto, su lenguaje es simple y describe la vida vista a través de un corazón atento a lo invisible, desde la “llaga profunda e incurable de la compasión cósmica”*, y tal como Domingo, Consuelo utiliza la ironía alguna vez, aunque ofrece disculpas y confiesa que sus “piruetas humorísticas”* intentan esconder un “sollozo vergonzante”*. Es lo que pasa cuando uno tiene ojos y ve.


Poco después, Consuelo partió rumbo a América y no lo hizo porque tuviera que exiliarse, como se afirma sin razón, sino, en sus propias palabras, por su “afán de peregrinaciones”, y no viajó con Julia Gutiérrez Cueto, como también se afirma. Aunque estoy segura de que el espíritu de su abuela la acompañó, su cuerpo no pudo hacerlo porque llevaba varios años bajo tierra. Consuelo viajó al Perú con su prima Julia Gutiérrez Galloso, que en realidad era su tía, y vivió en mi tierra, a la que llamó “la vieja Arequipa bien querida”, y su descripción no puede ser más exacta. La familia le regaló una máquina de escribir Remington verde, la posesión que más amó. Dictó clases, escribió para periódicos y ofreció conferencias. Dos años después, viajó sola a Buenos Aires, la capital cultural de América entonces. Tenía veintinueve años y evidentemente, provenía de una casta a la que importa poco que las mujeres no deban viajar solas. Luego de unos meses, Buenos Aires estaba en su bolsillo, sus escritos se leían a ambos lados del Atlántico y dirigía una revista literaria cántabra. Quizá vivir tan lejos de su tierra nunca fuera su ambición, y tal vez esta suposición explique que ella misma enviara a los periódicos de Santander información sobre sus logros. “Triunfa sin ir del brazo de nadie”, escribió Pick al respecto, “así ha triunfado la mocita española”, aplaudió Víctor de la Serna. De ésta temporada data su primer libro, Escalas.


Cuando Consuelo supo que la Segunda República había nacido en su país, volvió, pero antes pasó una temporada con su prima, que en realidad era su tía, María Blanchard, en París. Luego se instaló en Madrid. Colaboró con una revista portavoz del asociacionismo feminista de España. Se hizo masona en una logia “de adopción”, las únicas que aceptaban mujeres y dependían de logias masculinas. Lo primero que hizo en la masonería fue reclamar los derechos de los masones para las masonas. Fue Vicepresidenta de la Unión Republicana Femenina que presidió Clara Campoamor, y apoyó a ésta diputada en su campaña anti armamentista. La Unión Republicana Femenina agrupó mujeres de toda ideología. A inicios del año treinta y cinco y después de la Revolución de Asturias, Consuelo publicó Explicación de Octubre, su visión del peor de los octubres, pese a que no le gustaba mucho escribir sobre política, “porque la pluma tiene cotización más fácil en el mercado político.”* Aunque nunca perteneció a un partido, fue una mujer de izquierda.

Para entender el camino de Consuelo es necesario estudiar los avatares del feminismo en España, las metas de la Unión Republicana Femenina y quiénes la conformaron; la historia de la masonería y de quienes pertenecieron a ella; y obviamente, la historia de su tiempo, la de los hechos y no de los deseos. Para conocer a Consuelo hay que saber cuáles eran sus genes, a quién admiraba, qué le disgustaba, e intentar deducir sus anhelos; leer sus escritos, las entrevistas que le hicieron y enterarse de las veces que se rió de sí misma y fue su mayor crítica.

En el año treinta y cinco sucedió algo que quizá retrate a Consuelo mejor que cualquier cosa que los suyos, o quienes de verdad la han estudiado, podamos contar. Su amiga Gabriela Mistral, a cargo del consulado de Chile en España desde el año treinta y tres, envió una carta a un amigo. La carta contaba sus impresiones sobre los españoles, éstas no eran favorables y un periódico la publicó. El asunto generó un escándalo que terminó con el traslado de Mistral y las críticas a la chilena proliferaron con estridencia. Consuelo la respaldó públicamente. Cuando la Guerra Civil comenzó, se le encomendó trasladar a los niños de un orfanato de Madrid a Cataluña. Lo hizo, pasó el resto de la guerra en Barcelona y allí le robaron su Remington verde. Formó parte de La Retirada, aquella procesión doliente que llegó a Francia en el año treinta y nueve. En el camino perdió a sus amigas, huyó de los gendarmes y caminó hasta París, donde una pareja de amigos suyos la acogió. Y allí malvivió, hasta que alguien la delató y la deportaron a la España de Franco, a la España que encarcelaba masones, a la España que había asesinado a su prima Aurelia Gutiérrez Blanchard, que en realidad era su tía.

Entonces el amor salvó a Consuelo de la cárcel o de algo peor, porque ésta familia multicolor y estrafalaria es una tribu de gentes rarísimas y hay mil cosas que hacemos mal, pero lo que suele salirnos bien y a ambos lados del Atlántico, es querernos. El amor es la mejor cosa que se ha inventado, como decía Gabriel García Márquez, y sólo el amor puede salvarnos hasta del espanto más atroz. Gracias a la protección de los hermanos de la Serna Espina*, el expediente de masona de Consuelo navegó las comisarías y los juzgados en una danza burlona, idéntica a la de los Capitanes Gutiérrez Cueto en los mares de la historia. Tiene prohibido ejercer de maestra y escribir, sentenciaron, en consecuencia, las autoridades frustradas creyendo que así la condenarían a morir de sufrimiento o de hambre. Entonces el cerebro de Consuelo salvó a Consuelo. Comenzó a traducir literatura. La tercera traductora de la familia es la más reputada de España y la primera que logró reconocimiento a los derechos de autor.

En un artículo que Consuelo escribió más o menos en la época en que nací, comentó que la historia de la familia merecía ser contada, y lo hizo sin saber que su propia vida sería una de las razones más válidas para hacerlo. La magia es amor que trasciende la muerte.


Úrsula Álvarez Gutiérrez

Abril del 2023


*Todas las frases entrecomilladas pertenecen a artículos y libros de Consuelo Berges.

*Los primeros traductores de la familia fueron Antonio y Cástor Gutiérrez Cueto, tíos abuelos de Consuelo.

*Los hermanos de la Serna Espina son hijos de Concha Espina y Ramón de la Serna Cueto, primo hermano de los Gutiérrez Cueto.

Consuelo Berges. Fotografía del archivo familiar, perteneciente a Carmen Díaz Gonzalo.

Imagen: Fotografía del archivo familiar, perteneciente a Carmen Díaz Gonzalo, bisnieta de Julia Gutiérrez Cueto. Agradecemos no reproducirla sin autorización.

Tercer artículo de la serie sobre las mujeres Gutiérrez Cueto. Basado en la investigación de la familia cuya historia está plasmada en el libro En el nombre de Sixto, de la Editorial Los Cántabros.

Artículos relacionados en www.amoramares.works:
Publicados en la prensa de Santander:


Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page