Hay poquísimos especialistas en Endometriosis Profunda en el mundo, y uno de ellos es peruano. A quien conozca el Perú y a los peruanos, esto no le llamará la atención porque la calidad de nuestros médicos es famosa. En realidad, en Lima hay un ginecólogo más, que según me enteré después, quizá podría haberme tratado, aunque el que me vio a mí es el mayor, el de más experiencia y renombre internacional. Se llama José Negrón, pero yo le digo Superman*.
Fui del aeropuerto de Lima directamente al consultorio del médico. Es un poco intimidante ver por primera vez al hombre que una ya decidió la operará, siempre que la operación sea posible, claro. Recuerdo lo que pensé cuando lo ví, por el amor de Dios, si usted no puede curarme, no me lastime, y quizá hasta se lo dije. Confirmó, Endometriosis Profunda, hay que operar. Luego me explicó los riesgos de la cirugía, pero no hice mucho caso. Cuando una está dispuesta a saltar de un puente si el dolor no cesa, ningún riesgo importa.
Mi cirugía fue dos días después, el veintinueve de agosto del año diecinueve y duró cuatro horas.Tu Endometriosis lo cubría todo, hasta la uretra, toda la zona pélvica estaba tomada, por eso tanto dolor, me contó Superman. La cirugía fue una Laparoscopía Abierta, es decir, hicieron dos huequitos y una rayita. La rayita fue para mirar antes de entrar, con el nudo que tenía adentro, era muy arriesgado entrar sin ver. La Endometriosis Profunda, al igual que el cáncer, tiene cuatro grados y la mía cumplió los cuatro y cogió todo lo que pudo. Formó un tejido parecido a una soga blanca y con ella ató y/o cubrió lo que le dio la gana, lo vi en el video que mi médico me enseñó, igualito a Alien, el octavo pasajero. Él y su equipo desataron y despegaron todo centímetro a centímetro, quitaron la soga demoniaca y extirparon mi útero, ovarios y trompas. Cuando me lo contó, me arrepentí de no haberle pedido que los golpeara con un martillo, lanzara al suelo, saltara sobre ellos y les prendiera fuego después.
Después de una cirugía tan delicada, una no se siente muy bien, y aún así, yo me sentí mejor después de la operación que antes de ella. Mi médico me explicó que por un tiempo debía tomar unas pastillas que ayudarían a mi cerebro a olvidar el dolor crónico… algo parecido a lo que vive la gente atormentada por un miembro amputado. Mi periodo post operatorio fue como cabía esperar, aunque tuve una crisis de dolor cuando fui al baño por primera vez. Es sabido que de aquello nadie escapa, ni el rey, ni el Papa, ni la mujer más guapa. Aparentemente, el movimiento intestinal pasó demasiado cerca de una herida o a través de ella, quizá. El dolor fue tan atroz, que me hice un ovillo, pensé en mi papá, que ya había muerto, y sentí su mano grande, cuadrada y áspera, con olor a perfume y a cigarro, sujetando la mía. Pero después de eso, cada día amanecí con menos dolor, igualito a la magia, igualito a una operación bien hecha.
Cuando la Endometriosis apellida Profunda, además del aparato reproductivo, puede tomar posesión de los órganos y nervios que le apetezcan, incluidos los pulmones y hasta el corazón, si le da la gana. Cuando una mujer tiene aquel demonio adentro, llega a rezar para que se le instale en el corazón y la libere de una vez. La Endometriosis hiere, arde, quema, clava, empuja, empuña. La Endometriosis Profunda no sólo ataca el cuerpo de una mujer sino también su espíritu, porque no hay cuerpo que pueda resistir tanto dolor.
Han pasado tres años y medio de mi cirugía y todavía tomo dos pastillas al día para que mi cerebro olvide el dolor que el demonio le grabó a fuego. Y soy de las afortunadas.
*El consultorio del doctor José Negrón está en la Clínica Montesur, Lima.
Úrsula Álvarez Gutiérrez
Santander, marzo del 2023
Imagen: Blog Mitos y verdades sobre la endometriosis.
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