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  • Úrsula Álvarez Gutiérrez

De salvación y desolación

¿Habremos estado alguna vez más cerca de la locura que en el año veinte, problemático y febril? ¿Ha sido alguna vez más claro que habitamos nuestra mente? Refugio o Boca de lobo. Hay quien cree que Dios nos observa desde arriba, hay quien cree que nos observa desde adentro y hay quien cree que Dios no existe. Sea lo que sea lo que llena nuestras mentes y nuestros corazones es salvación o desolación y a veces toma turnos a sopapos.


Considero más valiente al que conquista sus deseos que al que conquista a sus enemigos, ya que la victoria más dura es la victoria sobre uno mismo”, dijo Aristóteles. Somos la suma de nuestros genes, digo yo, no hay otra explicación para verme leyendo filosofía que ser la hija de mi padre y descendiente de una casa que lanza tiros en el verdísimo Molledo que acunó a las leyendas de una casta cántabra. ¿Habrá deseo de vencer a algún enemigo después de haber conquistado nuestras debilidades, fobias, vicios y envidias? ¿Habrá enemigo?

¿Cuánto sentido tiene, en el despelote actual, haber cruzado medio mundo para investigar las vidas de una familia? ¿Tiene lógica gastar un dineral quizá irrecuperable, saltando de un archivo a otro, del siglo diecinueve al veinte, siguiendo a mis espíritus, llorando sus fracasos y saltando sus triunfos? ¿Es necesario contarle al mundo que esos nombres en las calles, en los periódicos, en algún libro de arte, de historia, de educación, de guerra o de abogacía vienen de un único tronco que todavía florece? Este año terrible he vivido días tan felices que han sido mágicos:

“Había una vez un Intelectual casado con una Mujer de tanta fortaleza que van tres siglos y no se le acaba. Él se llamaba Cástor Gutiérrez de la Torre y ella Concha Cueto y Sánchez, aunque yo le digo La Divina Providencia. Esa pareja legó al mundo un montón de locos que persiguió más ideas que pesetas* y vivió…”

Vivir no es lo mismo que estar vivo. Benditos sean mis espíritus fantásticos, mi refugio y mi salvación.

Casa donde nació mi tatarabuela. Molledo, Cantabria.

El año veinte, La Boca del Lobo, nos masticó y se tragó a muchos. Un chino hizo la sopa de murciélago más cara de la vida o eso nos contaron, vamos más o menos dos millones de muertos aunque hay países que no saben o no quieren contar. Y la desolación asomó. Un tanque de combustible colapsó y miles de toneladas de petróleo envenenaron un río en Siberia o por ahí. Una tormenta de polvo del Sahara apagó el sol de los caribeños. Un volcán de nombre impronunciable erupcionó y uno mexicano amenazó. Una fábrica de fuegos artificiales explotó en Beirut con un veinte por ciento de la potencia de la bomba atómica, según leí. El fuego invadió no sólo los bosques del mundo sino las ciudades vía revueltas populares, sensatas y no. Avispones gigantes decapitaron abejas y amenazaron de muerte a los humanos. La plaga más grande de langostas visitó África. Cayeron las bolsas de valores y unos cuantos gobiernos, creció el desempleo, aumentó el miedo y algunos creyeron que el susto se quita acaparando papel higiénico. Los días tristes fueron pozos. Una iglesia protestante en Cantabria recibió ratas muertas de regalo: “Todas las religiones son sectas, deberían echarles ratas devoradoras de sectarios”, opinó alguien que escribió devoradoras con b. Desolación. El Ensayo sobre la ceguera*, de Saramago, continuó. Encontraron un suricato perdido en Santander ciudad y un cocodrilo paseó por Valladolid, así cualquiera cumple el confinamiento.


El año pasado escribí esto: “No recuerdo un año mejor que éste y algo me dice que tiempos mejores están por venir, eso es rarísimo porque a mí, ese algo, nunca me ha dicho nada parecido”. Está visto que de pitonisa muero de hambre. O no. Estoy viva, sana y semicuerda. He tocado a Dios en el mar de los míos. He sido feliz en un consultorio dental, eso me dejó turulata. He entrado a la casa de José María de Pereda, toqué sus gafas y casi levité sabiendo que a través de ellas, él vio a los míos. Hola, soy la tataranieta peruana de su amigo Cástor, gracias por defender a tío Fernando en la injusticia de la galerna, le dije. Refugio y salvación. He sentido al mal y conozco uno de sus rostros, boca de lobo y desolación. En el año del dolor, nuestro matriarcado ha recibido a cuatro bebés, uno de ellos es una niña hecha de polvo de estrellas que hizo sonreír a Dios, refugio y salvación. El corona virus tiene una nueva cepa, desolación. Los bomberos voluntarios del Perú sorprendieron a los pacientes del Hospital del Niño, refugio y salvación.


"La victoria más dura es la victoria sobre uno mismo”, vamos con fe, venzamos juntos. Elijo seguir investigando a mi familia, hasta resucitarla y oírla cantar.


Úrsula Álvarez Gutiérrez

Santander, 1 de enero del 2021


Amanda Oleander art

DÉJATE EN PAZ

No hagas balances, no hagas planes.

Déjate en paz.

No caigas en la trampa, no hay nada que capitalizar.

Déjate en paz.

Es tan Marzo como Diciembre.

Déjate en paz.

No te compares. Déjate en paz.

Come. Déjate en paz.

Duerme. Déjate en paz.

Ya tienes suficiente con el afuera.

Déjate en paz.

Llora… déjate en paz.

Llegaste hasta acá. Déjate en paz.

Anónimo, leído en Facebook.


El primer cuento basado en mi familia se lee en:


*“…mi familia, una tribu de gentes raras que anduvo siempre a la caza de ideas más que de pesetas…” frase de Matilde de la Torre en su primer libro, Jardín de Damas Curiosas, atribuible, sin duda alguna, a la familia.

*Ensayo sobre la ceguera. Novela del portugués José Saramago. De lectura necesaria, aunque lo más prudente sea leerla en un primer piso. No intentarlo desde un piso alto con ventanas.

Fotografías: Instituto Nacional de Salud del Niño – San Borja – Oficial (Facebook)

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