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  • Úrsula Álvarez Gutiérrez

Un mes en casa

Pimienta y yo dejamos Arequipa el 19 de enero. En Lima, nos esperaba mi familia con una parrillada* y vino. No sabía cuánto susto llevaba adentro pero mi alma sí lo sabía y apenas estuvo bajo el ala familiar, se zambulló en la primera botella de vino que le ofrecieron, se la acabó y fue saltando de botella en botella hasta terminarse el bar de mi prima.

Lima
Lima

Hacía muchos años que no me emborrachaba, me contaron que canté y bailé des-pa-ci-to. Amanecí el 20 de enero abrazada al wáter, o como dicen en la tierruca: al inodoro. Tenía tantas cosas que hacer ese día en Lima… horroroso hacerlas con tembladera, memoria borrada y una vomitadera de adolescente. Llegué al consultorio de mi médico (Superman*) muerta de vergüenza: Hola Superman, sí, el olor a bar viene de mí, ayer me tomé hasta el agua de los floreros en casa de mi prima Yana. Te felicito, hace tiempo que te merecías esa borrachera, contestó Superman muerto de risa y ese fue el consenso, nunca una borrachera ha sido tan aplaudida.


Bahía de Santander, La Marinera
Bahía de Santander, La Marinera

Claro que daba susto destinar una buena cantidad de plata a cruzar el océano de los míos y venir a instalarme en otro continente acompañada sólo por Pimienta -doce años y ocho kilos de amor del bueno- y mis espíritus. Claro que me daba cuenta de que era un poco estrambótico agarrar a mi perra y traerla a rebuscar bibliotecas, museos y archivos para poder contar con fundamento las historias que anidan en mi alma. Es con mucho susto que yo sigo los mandatos de mi corazón, no seguirlos me aterraría porque no soy planta.


Ya en mi tierruca, sólo sentí algo parecido a una tristecita una mañana al despertar y darme cuenta de que mis más amados de cuerpo presente están todos dormidos a la una y media de la mañana peruana. La sensación de ser la única peruana despierta fue casi tan fea como el día después de mi borrachera. Me bañé apurada y Pimienta y yo salimos disparadas a la bahía. No hay tristecita que sobreviva frente al Cantábrico, mar de los Capitanes Gutiérrez Cueto. No hay tristecita que dure cuando el viento del norte transforma mis rulos en banderas multicolores de tirabuzón, estáis en casa, bisnietuca.


Ese día compré una soguita, unos ganchitos, y colgué las fotos de los míos en nuestra buhardilla, soy porque fueron.


Tendal de locos


En el primer mes en Cantabria me he perdido todos los días varias veces, como si mi bisabuelo se divirtiera moviéndome las calles. En el primer mes en Santander he oído mil veces: ¡te ha tocado bueno!, porque la mayoría de los días han sido soleados. Cuando hay sol en Santander, se queda en mi buhardilla de día y de tarde porque el pedacito santanderino que nos cobija no gira y Pimienta y yo recibimos el sol de los nuestros despatarradas en nuestra terraza. He descubierto que no soy tan hippy como me creen en el Perú y yo me creía. He aprendido que limpiar la casa es “marujear”, decir groserías es “jurar en arameo” y un montón es “un mogollón”. He visto a un hombre bizco aprovechar su desperfecto para observarme y a la vez mirar a la mujer que abrazaba. Bajo ese sólo ojo pedí con toda el alma no ser abrazada así jamás. En este mes he vuelto a comprobar que el respeto es la mejor herencia y he visto a la sinvergüenza de Pimienta saltar muy oronda a un sillón del Centro de Estudios Montañeses, oye fresca, bájate de ahí, déjala, déjala, está muy a gusto. Nunca había visto la luna y las estrellas desde mi cama, hasta ahora. Y nunca había confundido el sonido del viento con el del mar, hasta ahora.


El día del lanzamiento de éste sitio web, mi computadora se alocó, internet se desconfiguró, se borraron mis contactos, mis nuevas direcciones electrónicas y yo no podía hacer nada para participar en el hecho desde Cantabria. Intenté con el teléfono y otro que se loqueó. Tuve un patatús, que aquí se dice parraque, juré en arameo y no lloré sólo porque no pude. Dice mi primuca que fueron mis nervios, que decía su papá que nuestra energía afecta a las máquinas y su papá era genio así es que yo le creo. Una vez, un técnico de la máquina de coser me dijo: señora, su energía hace que la máquina no cosa. Estuve segura de que se burlaba de mí, pero ahora ya no. Basta con que yo me alborote un poco para que las máquinas empiecen a complotar.


En éste, nuestro primer mes, he encontrado un manuscrito de uno de los míos. Te encontré, querido, sonreí a los dos trozos de papel de puño y letra de mi espíritu favorito, el Niño Prodigio del siglo XIX.


Manuscrito de Domingo Gutiérrez Cueto, sin fecha.


Esa misma tarde, vestida con mi gabardina, mi gorra de doble ala, con lupa pero sin pipa, encontré en los archivos a un Gutiérrez Cueto conde, nada menos. ¿Éste también será tu pariente?, me preguntaron los ojos de plato que me atendieron tan cálidamente. Pues no lo creo, respondí, cómo te explico... mira, nuestra sangre es moradita: azul mezclada con harto rojito, tiramos más pa´ plebeyitos de alcurnia republicana y casi herejes, aunque si hay un castillito que heredar, pues venga. Pero los plebeyos no tenemos castillos.


Una noche escuché a una cántabra desahogarse en arameo. Uy, qué gusto me dio. ¡Ave María qué malhablá! dijo el espíritu de mi tatarabuela pero yo disfruté sus exabruptos, los respaldé en silencio a través de las paredes: sigue, sigue, tú puedes, dale, haz eso que dices encima de la mujer de la mala vida que parió a todos los aparatos del mundo que se alteran conmigo, hazlo sobre la internet que se me anda desconfigurando, del Instagram que me bloqueó mil veces, del Facebook que me hace preguntas capciosas para ver si soy yo y me ha hecho cambiar de clave tantas veces que ando con los ojos reviraos.


El sábado, una de mis tías me reviró el cerebro al preguntarme algo así por whatsapp: ¿mamacita, hoy para ti es ayer o mañana? Se refería, claro, a la diferencia de horario entre Cantabria y Perú, hay que ser Gutiérrez pa´entender a las locas de mi tribu. Caminando con Pimienta, tenía la preguntita dando vueltas en mi cabeza cuando nos topamos con Cruela de Vil en la calle. ¡De verdá! Me quedé mirándola fascinada, a la pucha, esto sí que es libertá, yo mañana me visto de Ayer-Hoy-y-Mañana, levito a la vista de todos de la mano de mis espíritus y así cada quien se muestra como lo que realmente es. Unos pasos más allá, una diablesa llevaba de la mano a un diablito. ¿Aaah? Uy ahora sí que entré al universo paralelo, sonamos*. Más allacito, una flor con patas acompañada de una libélula, Batman, Robin y un extraterrestre. Sonamos, sonamos, ya no hay retorno al mundo de los cuerdos. Hoy es el desfile de Carnaval, me explicó mi otra primuca, que vino a rescatarnos de Puerto Chico, tráfico zerráo por desfile, ufff qué alivio. Ni enterada de que estuviéramos en carnavales, no veo tele, no oigo noticias, sólo camino, me pierdo y me encuentro.


Y claro que en carnavales teníamos que cumplir nuestro primer mes en Cantabria. Vivitas y coleando, yo sólo un poquito magullá por mis peleas con internet, que aquí se dice la interné. Si la interné me lo permite, leerán esta prueba de vida de Pimienta y su mamá. Estamos en casa.


Úrsula Álvarez Gutiérrez, la plebeya.

Santander, 25 de febrero 2020

ENTRAÑANDO



 

*parrillada en Perú, barbacoa en España.

*Superman: Dr. Negrón. Gratitud y reconocimiento, no publicidad. Todos los días de mi vida daré gracias a Dios por hacer que Superman sea peruano y Fernando Jarufe mi médico. Sin ese par, yo no estaría.

*sonamos: término usado en Latinoamérica, significa algo así como “nos arruinamos”.

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4 commentaires


Membre inconnu
27 févr. 2020

Todos podemos!

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Rita Nazra
Rita Nazra
25 févr. 2020

Qué rico y pintoresco relato, me encantó!

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Eva Barahona
Eva Barahona
25 févr. 2020

Cazas los giros al vuelo! Es una delicia leerte, primuca. Sueño con dar un paseíto por allí contigo!

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María Cristina Gutiérrez Usseglio
María Cristina Gutiérrez Usseglio
25 févr. 2020

Ay hijita me rio y lloro con tus historias, dale tu puedes, te quiero mucho

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