No puedo titularlo
- Úrsula Álvarez Gutiérrez
- 19 mar 2020
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 22 mar 2020
La pandemia nos ha cogido a Pimienta y a mí a mares de distancia de mis más amados, conozco gente que se volvería loca en esta situación, pero nosotras estamos en casa, gracias a Dios.
He venido a Cantabria a estudiar a los míos, he venido a cumplir el sueño de mi abuelo que un infarto impidió, ahora su sueño es mío. Al estudiar la vida de mi abuelo logré revivirlo y por fin mi mamá y mis tías estrambóticas, tan queridas, dejaron de ser huérfanas.



Al investigar a mis ancestros descubrí una sarta de cántabros valientes que forman algo así como un collar de perlas auténticas, con esos defectos que sólo ellas tienen y las hacen más lindas. Los míos forman un collar que yo observo con toda mi alma sin lograr decidir cuál de las perlas es la más hermosa en su imperfección. Los estudiosos que me ayudaban me alentaron comprendiendo mi anhelo, vi en sus miradas respeto heredado, hija, pero claro que es difícil escoger un favorito entre tus espíritus, es lo que me dijeron, cuando podía verlos. Es por eso que estoy en el lugar correcto aunque estemos en pandemia, soy muy afortunada.
Veo la nobleza humana en los chicos que ofrecen hacer la compra para los viejitos, en la gente que respeta la norma y no sale a la calle por tonterías, en los que cumplen manteniendo la distancia de un metro y medio, en las sonrisas tristes con las que algunos responden a la mía cuando debo salir, en el aplauso a las ocho de la noche para el personal de salud, que siempre me emociona y me hace llorar. Y también veo el egoísmo y la estupidez y esa tendencia tan humana y absurda de simplificar las cosas y usar frases que suenan muy lindo pero no son verdad: Este es un mensaje de Dios para que desaceleremos y nos demos cuenta de cuáles son las cosas importantes y cuáles no.
Las aerolíneas y agencias de viajes agonizan; los pequeños empresarios están jodidos; a los asalariados ya empezaron a despedirlos; los taxistas y los empleadas domésticos no tienen trabajo; las bolsas de valores han caído. Una computadora (ordenador) malograda puede ser, en caso de un tele-trabajador o de un investigador, una auténtica catástrofe; un apagón el verdadero acabóse; no es tan fácil conseguir comida porque algunos idiotas la han acaparado; hay gente que no puede quedarse en casa porque no tiene casa. Esto no se arregla ni emigrando. Las consecuencias económicas son inimaginables. Parece una película apocalíptica, de esas que a los gringos les encanta producir. Los políticos y hasta la gente común recurren a frases hechas para enfrentar esto, la retórica en su máxima expresión, y los muertos se multiplican y se acumulan.
Gracias a Dios existe el humor y en él nos refugiamos tantas veces como sea posible. Mis tías abuelas, las cántabras, hubieran sabido la magnitud de este virus sólo al oír su nombre, nada con corona es bueno, hijuca. Pienso que dejar de hablar pavadas sería útil también, la gente que sabe distinguir lo importante de lo banal siempre lo ha sabido y los que no, quizás nunca lo sabrán.

Lo que intento hacer ahora que estreno ordenador de segunda mano en cuarentena, (si, se malogró mi computadora en pleno confinamiento, y si, es legal salir a comprar ordenadores a la única tienda abierta hasta hoy) es no pensar demasiado y me zambullo en la investigación para la que vine. El Capitán Don Fernando Gutiérrez Cueto viene a rescatarme, siendo el más célebre de mis espíritus, puedo seguir sus pistas en los diarios antiguos a los que accedo por internet, aunque la internet me falla en éste, mi “nuevo ordenador”. Invoco al tío Fernando y sus bigotes de chiste porque sólo envuelta en sus aventuras y su valentía, sus exabruptos y su dignidad, puedo oír noticias que cada hora aumentan el número de muertos y contagiados sin que la angustia envuelva mi garganta y me impida respirar.
Ojalá todos puedan refugiarse en lo que sea que los haga felices. Ojalá todos sintamos que nuestra vida se parece a nuestro anhelo, dure el tiempo que dure. ¿Que esto servirá para poner todo en su lugar y los sueldos de los médicos y de los futbolistas tendrán por fin alguna coherencia? Quizás. Amor, queridos, que él nunca nos falte, vivos o no.
Úrsula Álvarez Gutiérrez
Santander, 19 de marzo del 2020
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