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  • Úrsula Álvarez Gutiérrez

María Cristina es nombre de reina

Tengo dos amigas en Santander que son madre e hija. La madre es chiquitita y valiente, me recuerda a mi mamá, aunque mi mamá no es chiquitita. Las dos me contaron que una vez, la madre dio un mal paso cuando estaba trepada en una escalera y tuvo que agarrarse a una viga de madera. Puedo imaginarla abrazada a la viga, con las patucas colgando y muriéndose de risa. Su rapidez de reflejos ha de ser la razón por la que me recuerda a mi mamá. Me enternece ver la compañía que la Tere y su hija se hacen mutuamente. La hija es adulta. La adultez es el tiempo en que una mujer descubre el valor de una buena madre. Quizá no exista relación más compleja. Una niña es una extensión de su mamá; una adolescente es su crítica más feroz y hasta su detractora; una adulta de estreno se parece mucho a su madre y aunque comienza a entender sus palabras y sus actitudes, hace todo lo posible por dejar de parecérsele porque nadie quiere ser igual a una señora que todo lo critica, y es que en eso de las críticas, madres e hijas van a la par. En la mayoría de los casos, sólo cuando una mujer se instala en la madurez empieza a amar a su madre de verdad porque por fin la comprende. Ve las huellas de la vida sobre su madre, las dudas que enfrentó, sus tropiezos y el millón de veces que se sobrepuso al miedo y hasta al espanto y se aferró a una viga de madera. A las hijas afortunadas el asombro nos atraviesa y se nos instala en el alma: me parezco a ella, aceptamos, sus superpoderes habitan en mí, admitimos agradecidas y sabemos que pase lo que pase, todo estará bien.
Mi mamá
Mi mamá tiene nombre de reina y de mina de oro. Mi tatarabuelo Cástor bautizó algunas de sus minas en la tierruca con los nombres de sus hijos, seguramente con la intención de que sus minas brillaran tanto como su prole, aunque no tuvo suerte, esas minas sólo dieron polvo y trabajo. Su nieto Sixto hizo lo contrario, primero encontró una mina, se aseguró de que tuviera el oro de la mejor ley, y después bautizó con su nombre a su tercera hija. Atinó. El oro es el metal más resistente y dúctil, la hija de Sixto es igual. Y el nombre de la mina es tan divertido, que el abuelo nos dio una herramienta estupenda. Cuando a mi mamá le da por la impertinencia, le dices cierra el pico, Aporoma, y por un instante, el loro loco enmudece.
Siempre ha sido osada, mi mamá. Su primer trabajo fue de secretaria, aunque no sabía mecanografía. Un señor de su oficina la observó. Eres hija de Sixto, ¿verdad? Y le enseñó a escribir a máquina porque mi abuelo le había enseñado a él, cuando el señor era un mocoso osado que empezó a trabajar en una oficina sin saber mecanografía. El amor es magia que trasciende la muerte.
La tercera hija de Sixto.
El papá de mi mamá murió cuando ella era tan chiquita, que nunca supo lo que vale un padre. Mi papá tuvo que morir para que yo entendiera el tamaño del vacío con el que ella convivía. Por eso, cuando estudié la vida de mi abuelo Sixto y la escribí, se la di, te regalo a tu papá, mami. Nunca he hecho algo mejor. Mi papá tal cosa, mi papá tal otra, comenzó a contarle a todo el mundo el loro loco, habla que te habla de su casta estupenda. En un instante iluminado, la señora de nombre de reina y de mina de oro fue al registro civil y pidió una partida de nacimiento de su papá, porque le dio la gana, porque ya ni recordaba la última vez que la había visto. Entonces las dos nos quedamos atónitas. El segundo nombre de mi abuelo es Mauricio, el de mi hermano. Mi mamá bautizó a su único hijo con el nombre de su padre sin saberlo. La magia es amor que trasciende la muerte.
Sixto Mauricio Gutiérrez Galloso.
Cuando la pandemia comenzó y arremetió contra la generación de mi mamá empecé a rezar. No por miedo a que ella muriera sino a que se asustara o sufriera tan lejos de mí... no podía ni imaginarla hospitalizada y entubada sola. Cuando los peruanos que podían permitírselo comenzaron a peregrinar a Miami para vacunarse, yo conté mi plata, volví a contarla y las mil veces que la conté, supe que no me alcanzaba para mandar a mi mamá a que la vacunaran in English. Pero Dios existe y muy poco después, la vacunaron en Arequipa. Meses más tarde, por cosas del Orinoco, que usted no entiende y yo tampoco, un dinero con el que yo contaba para alargar mi estancia en la tierruca falló y estuve a punto de tener que regresar al Perú con mi proyecto a medias y el corazón roto. Entonces mi mamá me transfirió dinero. Típico de la señora María Cristina, no tener plata para viajar a Miami, pero sí para salvarme. Mamá, ¿por qué no fuiste a vacunarte en Miami si tenías la plata? Porque esa plata es para emergencias hijita. La pandemia no calificó de emergencia para ella, pero que yo me quedara con el sueño sin cumplir, sí.
Anoche leí una frase en un libro. Una mujer se dirige a su madre y dice “no sé si supe alejarme de ti sin lastimarte, llamada por el reclamo de la sangre hacia los orígenes...” Me sorprendió la exactitud de la coincidencia aunque sé que mi distancia no ha lastimado a mi mamá, pero ni ella ni yo podíamos saber en qué consistirían el año dos mil veinte y sus consecuencias. La última vez que la vi, me sonreía al pie de las escaleras mecánicas del aeropuerto de Arequipa. También la vi una vez vía video-llamada pero movió tanto su teléfono, que me mareó. Mamá, voy a vomitar, deja el teléfono quieto por favor. Ay qué criticona eres hijita. Apaga la cámara mamá. Mi mamá aprovechó el confinamiento del apocalipsis para dejar de pintarse el pelo. Yo se lo había pedido mil veces, y cuando me mandó la primera foto con el pelo gris y blanco, me noqueó. A veces es la hija la que no está lista para ver a su mamá con el pelo sin pintar.
Hemos comenzado a planear su visita. Cuando vaya, voy a llevar mis recetas, me dijo, atrevidísima, en respuesta a mi nostalgia de la comida peruana aunque ella sólo sabe cocinar dos cosas: sopa de pollo y tallarín con pollo. Es el terror de los pollos, mi mamá. Y así se cree capaz de representar la mejor gastronomía del mundo.
¿Cómo diseñará Dios el espíritu humano? ¿Cómo puede conjugar dentro de él la esencia de tan distintos amores? ¿Cuántas hijas igualitas a sus padres existirán, reconociendo a sus madres en ellas? En mi caso, más que parecida a mi papá, soy casi él, sin bigotes, felizmente. Pienso, siento y hasta miro como él. Y sin embargo, mis poderes mágicos son herencia materna. Son los de la hija de Sixto, la del nombre de reina y de mina de oro.
Te quiero mamá. Mantente sana. Benditas sean las miles de vigas de madera de las que tú y yo nos agarramos cada vez que el piso se nos mueve.
Para las madres e hijas que se aman. Para las madres humanas, con defectos y superpoderes. Para la Tere y su hija, gracias por recordarme a mi loro loco.

Úrsula Álvarez Gutiérrez, hija de María Cristina

Santander, 25 de septiembre del 2022

Mi mamá frente al mar de los suyos. Comillas, Cantabria, 2019.

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