De tías maternas y herencias de amor
Hasta que enfermaste y supe que era serio, estaba segura de que teníamos, por lo menos, diez años más de ti. Cuando enfermaste y supe que era serio y que no tendríamos por lo menos diez años más de ti, me enojé con todo el mundo menos contigo, y cada minuto lejos de ti fue un minuto perdido.
Hasta que me convertí en adulta, no entendía cómo lograbas mantenerte afuera del manicomio al que estaba segura pertenecías. Yo tan chiquita y tú tan loca, con tu caserón sin paredes y esa puerta que llevaba a ninguna parte, ¿quién tiene una puerta que da a ninguna parte?, me preguntaba atónita y cada vez que veníamos a visitarte a Lima procuraba mantener mi distancia, no fuera a pegárseme. Cuando me convertí en adulta tuve una casa sin paredes, un loft, como se llaman ahora las casas que tú inventaste, no puedo hacerle una casa sin paredes, señora, ¿dónde se sostendría el techo?, me contaste que te dijo el ingeniero más famoso de Lima, el pobre era bruto, corazón, me dijiste muerta de risa cuando me felicitaste por mi loft, es precioso mamacita, lo recorrieron de arriba a abajo tus ojazos de oro. Cuando me convertí en adulta comencé a conversar ratos largos contigo y comprobé que se me había pegado, tanto, que llegué a preguntar a tu hija menor si tu hermana y tú no habrían hecho un experimento e intercambiado hijas. Guardo mis conversaciones contigo entre los tesoros de mi corazón, escucharte era ver desaparecer la línea que separa la realidad de la fantasía, y cómo no, si tus hermanas y tú son fábula, y tú, más. A ti, tía Camila, ni García Márquez pudo inventarte, eres más hermosa que Remedios Buendía y no necesitaste de sábanas para elevarte volando. ¡Ay, tu pelito!, me miraron tristísimos tus ojazos de oro la última vez que me corté el pelo y fui corriendo a mostrártelo, felizmente crece, te consolaste solita y comenzaste a mandarme recetas caseras para que el pelo crezca rápido, tan sutil como un maremoto, preciosura de mi alma. ¡Está lindo, corazón!, opinaste la última vez que jugué a la peluquera y terminé con el pelo naranja fanta con visos amarillo pollito. Un horror, aunque prueba de la evolución de la especie, porque cuando tú jugaste a ser peluquera tu pelo terminó verde. Hay que ser bruto para pagar tanto por una cirugía, me espetaste furiosa la última vez que me operaron, has debido preguntarme pues corazón, yo tengo unos médicos fabulosos, fabulosos claro, si son invisibles y operan telepáticamente a larga distancia, pensé y no dije nada porque no soy tan bruta. Para tu mamá, para tu tía Anita, para tu hermana y para ti, me entregaste un día varias velas blancas que habías envuelto en yerbas mágicas en vaya uno a saber qué ritual. Van a venir cien días de oscuridad, me explicaste, estas velas están benditas y las mantendrán a salvo. ¿Y cómo voy a cargar yo tanta vaina?, protesté porque a veces soy bruta. Ah carajo, yo ya cumplí con mi obligación de dártelas porque soy la mayor, si no quieres llevarlas no las lleves, la que es bruta es bruta, lanzaron chispas tus ojazos de oro, y yo pensé que iba a morirme de ternura. Entregué las velas, aunque la oscuridad no llegó sino hasta ahora, con tu muerte.
Cuando enfermaste y supe que era serio y que no teníamos por lo menos diez años más de ti, mi mundo tembló, porque tus hermanas y tú son mi certeza y mi sustancia. No tuve pena por ti, tus hermanas y tú son amigas de la muerte, sino por mí, porque tus hermanas y tú son bálsamo en mi herida y sonrisa en el llanto. Tus hermanas y tú son savia y raíz, y cuando la última de ustedes se haya ido temo ser una rama flotante.
Mi papá me llevaba de la mano a la plaza de armas y me compraba caramelos, me soltaste un día de súbito, poco antes de que viajara a Santander, con tus ojazos de oro brillantes de alegría. ¿No que no te acuerdas nada de tu papá?, te respondí. ¿Y tú qué crees, que mi cabeza es una computadora, que una aprieta un botón y aparece toda la información?, replicaste, hermosura de mi alma. Esa rapidez tuya. Esa forma de errar metiendo la pata tan hasta el fondo que no sé cómo no la perdiste. Esos aciertos tuyos, que de tan sensatos nos dejaron turulatos. Precioso manojo de contradicciones, Reina Madre. Te hice tan feliz con mi trabajo, tía Camila. Lo que has hecho, corazón, ¡lo que has hecho!, brillaban tus ojazos de oro, los más preciosos del mundo, leíste mi libro tres veces seguidas y todos los días que pasé zambullida investigando a tu tribu de orates tuvieron sentido. Tú escribe, corazón, escribe mamacita, escribe hasta en las paredes si te falta papel, escribe, me dijiste mil veces y eso hago, aunque esté a oscuras. Tú me alentaste mejor que nadie a resucitar a nuestros espíritus para oírlos cantar porque sólo tú, además de mí, oíste su canto en mis huesos. Deberíamos irnos todas a vivir a Cantabria, fue una de las últimas cosas que me dijiste, en el hospital. Con cuidado, que es reina, es mágica y su abuelo tenía un dragón, exigí a las enfermeras una vez que te alejaron de mí para hacerte no sé qué prueba, sí, mi abuelo tenía un dragón, me apoyaste y de no haber sido por el miedo que me tenían, porque ya dije, estaba enojada con todo el mundo menos contigo, nos encerraban a las dos en el pabellón de los locos. Tus hermanas y tú son magia y fábula, y tú, más.
El invierno ha vuelto en plena primavera, tras tu muerte, y ando viendo pájaros muertos por montones, como el día del entierro de Úrsula Iguarán. Quizá sean señales de Gabrielito, que ahora que te conoció, pide perdón por no haber sido capaz de inventarte y por no haber puesto tu nombre a su Remedios.
Te quiero, tía Camila. Gracias por ser fondo en un mundo de pura forma. Gracias por ser perla en un mundo de cantos rodados y piedras filudas. Gracias por ser ciencia y arte, hermosura de mi alma.
Pd. La próxima vez que compre una casa, pondré una puerta que lleve a ninguna parte.
Para Camila Gutiérrez Usseglio.
Úrsula Álvarez Gutiérrez
Lima, 7 de noviembre 2024
Hermoso Ursulita, hermoso!