Colorín, colorado

Úrsula Álvarez Gutiérrez
hace 2 días
2 Min. de lectura

Lancé Amor a mares cuando llegué a Cantabria porque quise hacer algo parecido a un diario y documentar la aventura más preciosa de mi vida hasta entonces. Hecho está.

Quienes leyeron mis escritos durante estos años nos acompañaron a Pimienta y a mí en el camino que mi abuelo me señaló, la ruta en la que entendí de qué estoy hecha, la ruta en la que aprendí que no hay mejor legado que un nombre que invita al asombro, la ruta en la que toqué el cielo. Gracias por acompañarnos.

Hasta que vuelva a Cantabria, mi amigo Fernando será una ausencia que acompañará mis paseos matutinos. Fernando y el Gigante de Alegrilla vendrán a mi mente cada vez que encuentre algo sabroso en la historia del Perú, la que empiezo a repasar para mi nuevo proyecto. Fernando y Ramón son prueba irrefutable de que mis espíritus están vivos y conocerlos no tuvo nada de casual.

El Gigante de Alegrilla, José Ramón Saiz Viadero, y mi primo Mariano.

Queda en Cantabria el espacio bajo el brazo de mi primo Mariano, pedazo de hombre hecho con genes de héroes y de locos, pedazo de hombre protector y refugio. Queda en Cantabria la mitad de mi corazón, la casa de mi prima Concha con su olor a raíz, y el alma de Pimienta.

Éste blog sirvió también para congregar a la mayoría de los descendientes de Cástor Gutiérrez de la Torre y Concha Cueto y Sanchez, y unidos dimos la autorización que nos pidieron para repatriar el cuerpo de tía Matilde. Sólo si es junto al de su hermano, pedimos y logramos. Así, los cuerpos de los hermanos Matilde y Carlos de la Torre Gutiérrez volverán a Cabezón de la Sal y lo harán juntos, como querían y es justo. El poquito de justicia al que hemos contribuido está hecho en el nombre de Sixto.